Cada vez existe una mayor conciencia de cómo nuestras emociones afectan a nuestra manera de comer, y de cómo comemos afecta a nuestro estado emocional. Por ejemplo, en momentos de inestabilidad emocional somos más propensos a consumir alimentos grasos y cuando estamos estresados tendemos a comer peor, algo que también ocurre cuando estamos aburridos. De hecho, es bien conocido el Síndrome del «Comedor Nocturno”, trastorno alimentario que está íntimamente relacionado con la ansiedad y la depresión.
Además, el consumo regular de algunos alimentos influye directamente en nuestro estado de ánimo, pudiéndonos producir ansiedad, nerviosismo, inseguridad, agresividad o confusión (café y alcohol son claros ejemplos). La Psicología y la Nutrición son dos disciplinas que están relacionadas, y en los últimos años ha ido ganando terreno la Psicología de la alimentación.
Es evidente, nuestro estado anímico está vinculado a nuestro estado de salud general. Si nos encontramos bien y tenemos energía, entonces estaremos alegres y motivados, nos sentiremos útiles y beneficiosos para nuestro entorno. Por tanto, vivir con molestias digestivas frecuentes (aunque sean leves), puede producir un alto impacto en la calidad de vida, y por eso es muy importante que la digestión sea fuerte y adecuada.
EL SEGUNDO CEREBRO
El estado del intestino está ligado a los niveles de estrés y al estado de ánimo. Y es que el sistema digestivo y el
sistema nervioso están estrechamente relacionados. En realidad, al intestino se le denomina el 2º cerebro.
El sistema digestivo alberga hasta 100 millones de neuronas, más de las que se pueden encontrar en la médula espinal o el sistema nervioso periférico. La serotonina por ejemplo, conocida como la hormona de la felicidad, es fabricada en su mayoría por el intestino, y ésta es el neurotransmisor principal responsable de nuestro estado de ánimo, de la regulación del estrés y bienestar psicoemocional.
La serotonina genera sensación de calma, relajación, felicidad y bienestar, actúa como analgésico natural, y
promueve un sueño reparador. Esto es debido a que la serotonina también estimula la producción de melatonina, una hormona inductora del sueño. Por el contrario, unos bajos niveles de este neurotransmisor están relacionados con una alta sensibilidad al dolor y trastornos psicológicos como la depresión.
Podemos estimular la producción de serotonina a través de la alimentación, consumiendo alimentos ricos en
triptófano, un aminoácido esencial (o sea, que no es producido naturalmente por nuestro organismo) precursor de este neurotransmisor/hormona. (es decir, a partir del cual el cerebro crea serotonina). Lo podemos encontrar en alimentos como las legumbres, los cereales integrales, las semillas como el sésamo, los frutos secos, el pescado azul, los huevos, la levadura de cerveza y en frutas como el aguacate y el plátano.
El triptófano ayuda a prevenir trastornos como insomnio, depresión, ansiedad y síndrome premenstrual, entre otros. Tener poca energía, dificultad para conciliar el sueño y mal humor son señales de que te falta este aminoácido.
Según la Asociación Americana de nutrición, una dieta alta en carbohidratos complejos (cereales integrales) y baja en proteínas va a aumentar considerablemente los niveles de triptófano en nuestro organismo. La presencia de hidratos de carbono favorece la conversión de triptófano a serotonina (pues sólo es absorbido por el cerebro en presencia de carbohidratos). Por el contrario, se ha visto que una dieta muy alta en proteínas puede disminuir la absorción de triptófano. (Y es que, una gran cantidad de proteínas “compitiendo” por entrar en nuestro cerebro, va a dejar al triptófano en último lugar, dificultando su absorción).
Además, los CH complejos son fuente de vitaminas del grupo B, que ayudan a combatir el estrés, el estado de ánimo bajo, la irritabilidad, el insomnio, la fatiga…
Para sintetizar serotonina, además de triptófano, el cuerpo también necesita ácidos grasos omega 3, magnesio y zinc.
Un estudio del Instituto de Neurobiología Mediterráneo de Francia ha podido comprobar que las carencias
nutricionales en OMEGA-3 podrían afectar a la estabilidad emocional, un aumento de la ansiedad y depresión. Por ejemplo, los Índices de depresión son mucho más bajos en los países donde se consume pescado de forma masiva.
Así, una alimentación rica en cereales integrales, legumbres y semillas, combinado con el consumo moderado de pescado salvaje, rico en vit b12 y omega 3, puede ser de gran ayuda para mantener un buen estado de ánimo.
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Está clara la gran interacción entre las emociones y la elección de nuestros alimentos y en mi experiencia personal también entre las emociones y la asimilación de los alimentos. Jamás he engordado un gramo con los excesos de alimentos, en una boda, si me sentía feliz. En caso de sentirme ansiosa o triste no necesito comer demasiado para engordar.